En una noche de insomnio, David M. Mendoza recuerda los días de su adolescencia y su amistad con Miguel, hijo de la molinera, que le decía a las putas de usted y que aseguraba que había acompañado, a través de las nubes, a Elipando a presenciar la entrada de Bahamontes en el Parque de los Príncipes. Pero el protagonista de esta enigmática novela no es David, que busca el rastro de los inquisidores en literas de mulas, ni Elipando, el que lleva guantes de piel de perro, ahueca las faldas de los canónigos y toca el codo de las beatas, ni siquiera Cecilia, la virgen macrobiótica, con el bolso repleto de aceite de Onagra, que incendia los corazones de los que habitan la ciudad y el relato, sino la propia ciudad levítica, y por tanto herética, alejada a pesar de la cercanía, colgada en sus propias casas, en su atormentada historia; la ciudad que sigue el ideal griego: la arquitectura y el perímetro que el tirano puede dominar con la vista. En este relato conmovedor se describe una ciudad que respira y reza, abrazada por dos ríos, una población que se ríe de las leyes de la gravedad, de la que huyen sus hijos pero siempre vuelven, presos de la añoranza, aunque sean conducidos al precipicio o a la hoguera.
Editorial: Editorial Planeta
Año de publicación: 2001