Inicio > Comunidad > Libros > El fanal hialino

Hace años el autor de este libro encontró en el Rastro otro, desnudo de su sobrecubierta, entelerido y provinciano, que llevaba por título el de "Rapsodia de la Ciudad abierta", y el subtítulo de "Dietario lírico". El nombre que figuraba a la cabeza, Valentín Bleye, nada le dijo y poco le dice aún, pero sí mucho la ciudad castellana, Palencia, donde se escribieron esas páginas y donde se metieron en prensas, y mucho más le dirían y le harían sentir, cuando las leyó. No es del todo frecuente que el arroyo nos traiga, como el fondo del mar en cierto relato oriental, perlas de un extraño fulgor. Asaltados por el milagro diario, uno ha de dejarse encandilar por lo que llega a nuestra deslucida existencia con su propia luz, y lucencia viva venía en muchas de aquellas páginas publicadas en el "Diario Palestino" entre 1943 y 1950. Todo, desde el título al enunciado de los capitulillos, era una gloria. "Abierta llamó a Palencia Miguel de Unamuno", escribe Valentín Bleye en la primera línea de este verdadero "Libro de horas", tal y como lo viera el también provinciano Vicente Risco, y abierto querría uno escribir todo lo suyo, como una ciudad a la que pudiera llegarse y de la que pudiéramos irnos, o en la que nos quedáramos siempre, si fuere tal el gusto. Y eso le ocurrió al autor de este "Salón de pasos perdidos" con el dietario del palestino, en el que, entre otras cien pequeñas maravillas (a propósito de los pajareros, de las dulzainas o de los cipreses del Cementerio Viejo), halló la expresión de "fanal hialino" para una de esas mañanas en las que todo parece quieto y límpido, como la pintura de alguno de aquellos primitivos pintores flamencos que trajeron a Castilla el secreto de los crepúsculos y de las sensitivas azucenas. Encontrará aquí el lector, acaso, algo de aquel prodigio, siempre activo y fiel a su cita cotidiana. La vida, por un lado, tal como se nos fija en la memoria y, por otro, en su eterno fluir, tal y como la sentimos. Lo que tiene de fanal se le aligera con lo que tiene de transparente, y lo que se nos muere entre las manos cada día, acaba también alcanzando su propio vuelo, con la firmeza de ese rayo de sol que no sabe de fanales, ni de tipos de imprenta, para llegar hasta nosotros enteramente libre.

Andrés Trapiello nació en Manzaneda de Torío (León) en 1953. Desde 1975 vive en Madrid.

Como novelista ha publicado La tinta simpática (1988), El buque fantasma (Premio Internacional de novela Plaza & Janés 1992) y La malandanza (1996), así como los cinco primeros tomos de sus diarios, agrupados bajo el título general de Salón de pasos perdidos (El gato encerrado, 1990; Locuras sin fundamento, 1993; El tejado de vidrio, 1994; Las nubes por dentro, 1995; Los caballeros del punto fijo, 1996), y los volúmenes titulados Mil de mil (1995) y Todo es menos (1997), compuestos de pequeños relatos y ensayos que podrían considerarse dentro de ese ciclo autobiográfico. Todos ellos en la editorial Pre-Textos.

Como ensayista ha publicado Clásicos de traje gris (1990) y Sólo eran sombras (1997), ensayos y estudios dedicados a la literatura española; Viajeros y estables (1992), dedicado a la literatura extranjera, Las vidas de Miguel de Cervantes (Planeta, 1993) y Las armas y las letras. Literatura de la guerra civil 1936-1939 (Planeta, 1994, primer Premio don Juan de Borbón 1995).

Su poesía se ha reunido en el tomo Las tradiciones (1991), al que siguió Acaso una verdad (1993, Premio Nacional de la Crítica).

Actualmente colabora en varios medios de comunicación.

Editorial: Editorial Pre-Textos

Año de publicación: 2002

Características de la edición del libro:

ISBN: 84-8191-517-3   
PÁGS.: 628   
PRECIO: 33 euros
Col. Narrativa contemporánea

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